sábado, 26 de marzo de 2011

Alemania sale a la calle contra la energía nuclear


Estamos en vísperas de dos importantes elecciones regionales, pero no se debaten programas de gobierno ni se celebran multitudinarios mítines políticos.

La capacidad de movilización de la sociedad alemana se vuelca este sábado de primavera en grandes manifestaciones antinucleares por todo el país. En la Plaza Potsdam de Berlín, decenas de miles de personas bailan y entonan canciones de la vieja lucha antinuclear de los 70, portan grandes pancartas con fotografías de Fukushima y consignas francamente hostiles contra E.oN y RWE, dos grandes consorcios energéticos que amenazan con una demanda multimillonaria al Estado pidiendo compensaciones por el incumplimiento del pacto que cerraron en otoño con Merkel, la prolongación de la vida activa de los reactores hasta 2040.

El Gobierno alemán, en un giro radical en materia de política energética causado por la catástrofe en Japón, ha desconectado siete de los 17 reactores y hoy los antinucleares salen a la calle para pedir el abandono definitivo.

"¡Sólo es cuestión de tiempo!" repiten una y otra vez los manifestantes ante los cordones policiales que protegen, por si acaso, el Bundesrat. La protesta pasa también por la sede de la CDU, el Partido Cristiano Demócrata, partidario de la energía nuclear hasta hace un par de semanas y que ahora encabeza el movimiento de "abandono controlado" de la energía atómica.

Hace solo unos meses, escaladores de Greenpeace se descolgaban por la fachada de la Casa Konrad Adenauer desplegando cartelería gigantesca contra las nucleares, pero ahora pasan por delante de la entrada principal sin atisbo de reproche, a pesar de que las encuestas muestran que casi un 80% de los alemanes no termina de creerse la conversión de Merkel a la causa antinuclear y la consideran más bien una treta electoral que se desvanecerá con el tiempo.

Pero ya no parece haber marcha atrás. Al menos no entre esta multitud que se muestra segura de la victoria. "¿Es que no escucha usted el ruido atronador? El desmoronamiento de la era nuclear suena como debió sonar en su día la caída del Imperio Romano... ¡y tenemos que celebrarlo!", dice un hombre de unos 50 años que lleva a su nieto encaramado a los hombros, convencido de que juntos están viviendo una jornada histórica.

Muchas de las pancartas hacen referencia a Chernóbil. Después de que Greenpeace haya equiparado las dos tragedias. La gran cantidad de radioactividad que ha liberado la central de Fukushima, desde el accidente que se inició el 11 de marzo, radionucleidos de Yodo-131 y Cesio-137, son evidencias que respaldan que este accidente sea reclasificado y colocado en la misma categoría que el de Chernóbil, que ocurrió en abril de 1986, informa Ingo Frescher, coordinador de la organización ecopacifista en Berlín y que atiende a los medios de comunicación en un improvisado centro de prensa, junto a un puesto de salchichas en el pórtico de Sony Center.

"Esto no tiene nada que ver con la campaña electoral. No seamos tan miopes. Se trata de un movimiento mucho más grande y mucho más poderoso que unas elecciones regionales, es la determinación de varias generaciones enteras que se han convencido finalmente de que hasta ahora nos mentían. Nos decían que no podíamos prescindir de la energía nuclear si queríamos mantener nuestro estilo de vida, que nuestras economías occidentales, con todas nuestras libertades, se irían al garete, y no era cierto. Lo tiene delante de sus narices. Alemania ha desconectado siete reactores y no solo no nos hemos hundido, sino que apenas se ha notado el temblor y lo único que ocurre es que estamos celebrando esta gran fiesta, en lugar de quedarnos en casa gastando energía superflua", insiste Frescher.

Al igual que ocurrió este invierno, en las protestas contra el transporte de residuos nucleares de Gorleben, el colectivo que nutre estas manifestaciones tiene un perfil transversal en cuanto a edad, a intención de voto y a estrato social, lo que otorga mucho mayor potencial a sus reivindicaciones, que ya no pueden ser ignoradas por ninguna fuerza política en Alemania.

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